sábado, 20 de noviembre de 2010

Duele...

Y duele. Aunque no hagas nada. Duele. Y a medida que pasa el tiempo, te quiero más, si es que se puede. Y cuanto más te quiero, más me duele. Y es que duele mirarte y no tenerte. Imaginarte conmigo, sólo imaginarte. Y duele cambiar mis ganas de abrazarte por un hola, ¿qué tal todo?”; duele tener que conformarme con un: “no me puedo quejar, ¿y a ti?”. Y te contesto que a mi todo me va bien, miento. Yo si que me puedo quejar, tengo lo más importante de mi vida delante y no puedo decirle lo mucho que le quiero. Y ya me voy acostumbrando a vivir así. Hace casi nueve meses que comparto mi vida con la impotencia. He aprendido a conformarme con eso de “se mira pero no se toca”. Y mi toalla ha rozado muchas veces la tierra. Pero me hiciste recogerla. Y por tu culpa la volví a tirar. Se agacharon mis ganas de tenerte para recogerla y limpiarle el polvo, pero las detuve: “No. Puedo seguir sin ella. Si la recojo volverá a caer, y me tendré que agachar de nuevo. Y habrá un día en el que se me pasará por la mente la posibilidad de quedarme ahí sentada. De dejar que la vida me adelante. Ya no quiero servir de perchero de esta toalla. No la recojáis. Le olvidaré.” Pero con el paso del tiempo, aprendí el mayor de los errores que cometí: Intentar sacarme de la cabeza lo que no sale del corazón. Porque dejé que la vida me adelantase, y no agarré su mano cuando intentaba levantarme. Le dije que se marchase. ¿Sabéis quién era mi vida? Mi vida era él. Y por gracia o desgracia, lo sigue siendo.

algo más...

Que sí, que yo también siento mil mariposas en el estómago al escuchar su voz, yo también siento que un escalofrío recorre mi espalda cuando lo veo, yo también siento como los nervios se entrelazan y se atascan en mi garganta, yo también siento unas ganas tremendas de abrazarlo y no lo hago, yo también me siento la chica más afortunada del mundo cuando me regala una de sus sonrisas... pero yo siento algo más que las demás: LE SIENTO.

te entiendo

Te entientdo. Entiendo que te guste. Entiendo que estés deseando ver todos los días una de sus sonrisas; entiendo que te maten las ganas de abrazarle; entiendo que confíes en él; entiendo que te mueras por dentro cuando hablas con él; entiendo que quieras que te apoye y que sobre todo, te ayude; entiendo que quieras su tiempo; entiendo que quieras sus manos; entiendo que quieras sus abrazos; entiendo que quieras sus ojos; entiendo que quieras su boca; sus besos. Te entiendo, porque yo también vivo eso, todo lo que tú puedas querer a ratos, es mi día a día...
Y de momento, no tengo planes para cambiar mi día a día, porque no me gusta, me encanta.