jueves, 21 de julio de 2011

Blog nuevo.

¡¡Hola!! Bueno, en primer lugar, agradeceros a todos los que me seguís, para mí es muy importante. Quería disculparme porque he dejado un poco de lado este blog, ya que he creado otro y le estoy prestando más atención. Lo siento, de verdad.
Os dejo el link del blog nuevo, por si queréis pasaros: http://unahistoriaenbarna.blogspot.com/
Muchas gracias, y de nuevo, pido disculpas.

miércoles, 6 de julio de 2011

Tú eliges...

Y es entonces. Justo en ese momento, exactamente. Justo cuando tu esperanza cae a la vez que tú te derribas. No es la primera vez que te pasa esto, estás acostumbrada a ver la vida pasar por encima de ti, de mientras tú permaneces sentada en el asfalto con las manos instruidas para parar los golpes que te da la vida, tú insistes en ver la vida por debajo, prefieres estar allí, con el cuello hacia arriba que volverte a levantar; porque otra vez tú decides: puedes quedarte sentada junto a la piedra que te derrumbó, o puedes levantarte y darle un puntapié para alejarla de ti, aunque tarde o temprano, alcanzarás la altura hasta donde ella llegó con tu patada y volverás a tropezar; pero te formaste para aprender de los errores y esa vez podrás elegir si pones las manos para amortiguar la caída o simplemente volverás a rodar...

Pero, aguardas un momento. Entre el polvo aparece una silueta. ¿También cayó? ¿La vida le trató mal? Su paso aparenta ser firme, su seguridad parece ser la que a todo el mundo de aquí abajo le falta. No, no fue golpeado, ni abatido, ni si quiera la vida le trató mal, no. Todo lo contrario. Lo tenía todo, todo lo que a ti te faltaba para estar a su lado, todo. ¿Viene hacia ti? No, que va. ¡¿Cómo puedes pensar eso?! Ni si quiera crees que te haya visto. Cada vez sus pasos se oyen más cerca, el polvo parce hacerle sitio para caminar, porque no merece ser manchado. "Pasará de mí" piensas. Se detiene. "Lo tengo delante. ¡¿Continuará?!" Sí, posiblemente haya parado a descansar y ni si quiera te habrá visto. Aquí abajo eres invisible, igual que allá arriba. Un momento. Se agacha. Sí. Sus ojos te han querido ver, no es como los demás. Te ofrece sus manos, crees que después va a dejarte caer, como te hicieron muchos otros. Piensas que por una vez más no va a pasar nada. Decides confiar en él. Agarras sus manos, que te elevan con firmeza. Te sacudes el polvo y coges tu bolso. Con la mirada te dice lo que siempre has deseado que alguien te dijese. Mira hacia arriba. Te incita a que tú también lo hagas. Suelas, suelas de zapatos, de gente que no ha sido golpeada o que lo disimula muy bien. Caminan sobre ti. Vuelve a tomar tus manos, con un solo gesto entiendes lo que quiere que hagas. Quiere que cierres muy, muy fuerte los ojos. Antes de hacerlo, lo miras bien; temes que sea la última vez que lo veas. Su rostro. Su rostro... Parece que lo conocieses de toda la vida. Te da tanta seguridad como nadie nunca te había dado. Esa sensación es extraña para ti, pero te gusta. Decides hacerle caso y cierras muy fuertemente los ojos. Agarras con vigor sus manos, no quieres que se escape como arena entre los dedos. De repente notas que estás haciendo fuerza sobre tus propias manos. ¿Dónde está? Te lo advertiste, iba a dejarte caer. Alguien pone las manos sobre tus ojos. Sigues estando insegura. Otra vez más. Te destapan los ojos. Los abres. Miras hacia abajo. Hay gente. Un momento, ese lugar te suena. Ese polvo que ahora se levanta ante los pies de otros. Estás arriba. Estáis arriba. Él está contigo. Señala tus pies. Sus pies. Comprendes lo que dice y no has hecho más que mirarlo a los ojos. Quiere que hagas lo que él. Que cuando alguien caiga a tu lado, le ofrezcas tus manos para levantarse, y le digas que cierre muy fuerte los ojos. Conseguirás que suba con todos. Pero, un momento. Eso no es todo lo que él quiere decirte. Mírale. Mírale bien. Quiere que te acerques. Lo haces. Él también lo hace. Selláis el trato con un beso. Caeréis y os levantaréis juntos las veces que haga falta.