sábado, 6 de diciembre de 2014

Tirar del carro o del trineo.

-Mamá, ¿por qué Papá Noel ya no visita nuestro barrio? ¿Por qué ya no nos deja regalos y no responde mis cartas? Sé que estuvo mal cortarle el pelo a mi hermanito y guardarlo después debajo de la almohada. Pero te juro, mamá, que después de eso no he vuelto a portarme mal, he sido buena en todo momento. ¿Por qué sigue enfadado conmigo?
-Mira, cariño, es un poco más complicado de lo que parece. Ven, siéntate aquí, sobre mis piernas y deja que te acaricie el pelo. Verás, hay varias razones que contestan a tu pregunta. La primera es que ahora hay muchos, muchos más niños que antes en todo el mundo, ¿sabes? Y Papá Noel tiene una única noche para repartir todos los regalos a los millones de niños y niñas, como tú, que hay en el mundo. Y él es solo uno, y por muchos renos que tiren de su trineo, el tiempo vuela para todos, cariño. Por eso, Papá Noel ha decidido llevar los regalos cada año a solo una parte del mundo y todavía no le ha tocado recorrer esta. Pero espero y deseo con todas mis fuerzas que algún día vuelva por aquí. Además, mi vida, el jefe de Papá Noel está empezando a ponerle límites. Sé que esto no lo entiendes, pero voy a intentar explicártelo de una manera un poco más sencilla. En el Polo Norte, donde vive Papá Noel, hace muchísimo frío, cariño, ahí está todo cubierto de nieve y, para entrar en calor, Papá Noel gasta mucho dinero en calefacción, ¿sabes? También tiene que alimentar a los renos, para que crezcan sanos y fuertes y puedan tirar sin problemas del trineo. Así que, a Papá Noel le queda muy poquito dinero para comprar tantos regalos, ¿sabes? Por lo que cada vez compra menos y por eso hay niños que algunos años se quedan sin regalos.
-¿Por qué lloras, mamá?
-Porque sé que a Papá Noel le duele no poder hacer feliz a niñas como tú, y eso me pone triste.
-No te preocupes, mamá, seguro que volverá.
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-¡¡¡Mira, mami!!! ¡Papá Noel vino anoche! Te dejó esto.
 -Sabía que volvería.

domingo, 29 de junio de 2014

Daría mi vida por morir a tu lado.

-¿Tienes miedo a la muerte?-para la sorpresa de él, ella terminó la pregunta con una sonrisa y, para añadir aquel toque de inocencia que tanto le hacía enloquecer, ella levantó los hombros esperando pacientemente una respuesta.
-Supongo que como todos los hombres, ¿no? Por todo eso de que esta vida es muy corta y algunos desesperanzados piensan que es la única y quizás por eso viven tan deprisa e incluso, para contradecirse, mueren jóvenes por sus ansias de vivir. 
-¿Y no crees que aquellos que viven rápido se piensan inmortales? Quizás por esta razón gastan toda su salud en menos años de los que en realidad les correspondería. Quizá ellos no tienen miedo a la muerte y la muerte se venga de ellos por eso.-Siempre sabía cómo darle la vuelta a las situaciones.
Él sonrió y pensó en la idea que ella acababa de plantearle.
-Y tú, ¿tienes miedo a la muerte?-la voz de él sonó fría e igual por eso salió acompañada de vaho en la oscuridad de la noche.
Ella meditó lo que iba a decir, escuchando como un eco lejano el ritmo acompasado de sus tacones y los latidos del corazón de él, que iban a contratiempo, desde el día en que se conocieron. Quizás por eso hacían tan buena pareja.
-No.
-¿No?
-No. Quizás antes de ti sí que lo tenía, la verdad es que no lo recuerdo. Pero, si alguna vez lo tuve, tú lo curaste. ¿Sabes por qué? Porque el amarte, el saberme en tu corazón, me hace sentirme inmortal.
Él sonrió. Joder, cómo la amaba...
-Pues yo sí que lo tengo. El pensar que es la única vida que podemos compartir me consume por dentro...
Ella se colocó justo delante de él, frenando su paso. El rostro de él era una mezcla entre seriedad, preocupación y nostalgia.
-Me valdría compartir una vida de cinco segundos mientras sea contigo.-Ella, tras pronunciar en un susurro aquella declaración de amor, se acercó muy lentamente a sus labios, como si no tuviesen prisa, como si fuesen inmortales.

jueves, 13 de marzo de 2014

Just write.

-Y tú, ¿por qué escribes?
La pregunta le parece ridícula. Nunca se lo ha planteado. Escribir es algo que le sale solo, una necesidad del alma. No recuerda lo primero que escribió, pero sí que lleva haciéndolo desde niña. Escribe para olvidarse de lo que la rodea y para recordar lo que es en realidad. Escribe para perderse entre las letras y para encontrarse a sí misma. Una de sus amigas quiere ser fisioterapeuta, otra, profesora. Ella, sin embargo, escribe. No sabe qué será en un futuro, pero sabe que seguirá escribiendo. Escribe para molestar y para dejar por escrito aquello que no se atreve a gritar. Escribe para gustar y para que la odien. Escribe cuando está triste. Escribe cuando está feliz. Escribe. Escribe para dejar huella. Escribe por necesidad. No sabe por qué escribe. Escribe para sobrevivir. Escribe para enamorar. Escribe cuando está enamorada. Escribe para desahogarse. Escribe para crear. Escribe por escribir. Escribe para ser leída. Escribe íntimamente para ella sola. Escribe cuando llora y escribe para hacer llorar. Escribe para protestar. Escribe para ser feliz. La pregunta, en verdad, es ridícula:
-Y tú, ¿por qué respiras?
 

sábado, 1 de marzo de 2014

Hoy el dolor se estrella en esta habitación

Sigilosamente, deja caer una de sus lágrimas suicidas al frío suelo embaldosado. Mira a izquierda y a derecha para ver si alguien ha oído a sus esperanzas chocar con el suelo. Nadie. Suspira. ¿Cómo es posible que nadie la haya oído? ¡Si lleva tanto tiempo gritando en su interior! Siente cómo se eriza su piel solo con recordar su imagen. Hace un intento de levantarse, pero sus piernas tiemblan y vuelven a fallarle. 
Otra vez, una vez más, vuelve a caer. Maldice el comienzo de todo esto. Recuerda sus falsas promesas y, ayudada de sus dedos, vomita todas sus mentiras. Limpia su boca con un trocito de papel higiénico y ve cómo sus esperanzas se van por el inodoro. Pensó que cambiando su físico y con un poquito de suerte, acabaría gustándole. ¿Qué más da que la báscula marque 32kg cuando su reflejo se sale del espejo? Ya ha tocado fondo muchas veces y no le gusta cómo sabe. Odia la acidez y el amargor que se pasean por su boca cada vez que cae. O, mejor dicho, cada vez que recae.
Sabe que hace daño a su familia y a sus amigos, y esa es la parte que más le duele. Es consciente de que ella también se daña, pero se siente mal cuando no lo hace. A él. A él le importa una mierda. Y sin embargo ella agoniza cada mediodía en aquel lúgubre baño.
Ya está. Todo va a terminar muy pronto. Ha decidido transformar todo su amor hacia él en amor propio. Hoy empieza a quererse. Y, esta vez, de verdad.

martes, 7 de enero de 2014

F(o/a)llar

Camina tarareando alguna vieja canción de amor que no sabe ni dónde la escuchó por primera vez. El volumen de la música que sale por los auriculares está alto, para mantener bajas las preocupaciones. Está harto de su soledad. Eso de ir de flor en flor nunca le ha gustado. Pero nadie le llena. Odia no tener a nadie a quien abrazarse las noches que pasa frío o simplemente las noches que quiere calor. El sexo sin amor ya no le vale. Ha prometido que invertirá el orden: primero el amor, y luego lo físico. Aunque intuye que, como de costumbre, volverá a fallarse y, sin cumplir su promesa, se follará a lo primero que se abra de piernas. Bueno, a lo primero no, a la primera. Un cigarrillo. Si por lo menos no puede pintar sus pensamientos de verde esperanza, que sus pulmones se tiñan de un negro elegante. Casi sin pensarlo, camina hacia un pequeño bar refugiado en un tenue callejón, es un pequeño santuario del rock y está seguro de que eso es lo único que ama. Se dirige a la barra y, sin mirar al camarero, pide una cerveza. Suena Stairway to Heaven. Si pudiese follarse una canción, seguro que sería esta. O quizás I don't wanna miss a thing de Aerosmith. O igual un trío, ¿por qué no? Coge el botellín que reposa sobre la barra y, casi de un trago y sin saborearla, bebe la mitad. Limpia su mano del agua condensada alrededor de su cerveza en su pantalón vaquero. Saca el móvil de su bolsillo y comienza a mirar las redes sociales. Una joven rockera, de unos veinte años, tropieza con una de las patas de una mesa y, sin querer, choca contra su hombro. Le pide disculpas pero él no hace caso, está demasiado ocupado. Quién sabe si el amor de su vida acababa de golpearle el hombro accidentalmente mientras él estaba ocupado twitteando sobre lo solo que está. Guarda el teléfono. Divisa al fondo de la barra una rubia bien dotada. Termina su botellín de trago y, vuelve a fallarse.