jueves, 14 de marzo de 2013

Aujourd'hui.

Hoy, me he dado cuenta de que apenas recuerdo tu cara.
Hoy he echado en falta uno de tus abrazos. 
Hoy he caído en la cuenta de que no estás tú.
Hoy he llorado al ver tu foto y no verte a ti.
Hoy he pensado lo grande que eras y creo que me ha crecido el alma.

Hoy es uno de esos días que lloro hasta dormir,
que añoro hasta enloquecer
y en los que deseo volverte a ver.

Hoy desearía tener un genio,
de esos que conceden deseos
para pedirle que vuelvas a contarme historias como antes,
a darme el abrazo más fuerte,
a enseñarme lugares,
a cuidarme y a quererme.
A quedarte aquí, sentadita junto a mí.
Hoy he pensado lo grande que eras y creo que me ha crecido el alma.

Hoy he sabido lo fugaz de la vida,
lo cruel de la misma y el poder de la nostalgia.
Hoy, vuelvo a llorarte, nana mía.

Hoy sabes que de ti me acuerdo,
que estas letras son tuyas,
que sin ti me pierdo.
Hoy he pensado lo grande que eras y creo que me ha crecido el alma.
Hoy, vuelvo a llorarte, nana mía.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Sola, como cuando tú te fuiste.

Saca las llaves del bolso y las introduce en la cerradura. Las gira. Antes de entrar en casa, se quita los tacones sintiendo en sus cansados pies el frío suelo. Cruza la puerta y la cierra a su espalda, empujándola suavemente con el culo. Se dirige a su cuarto. Baja la cremallera de su vestido y lo deja caer. Se pone ahora unos vaqueros cortos y una blusa ancha. Camina descalza hasta la cocina. Prepara café. Mierda. Otra vez ha vuelto a equivocarse, otra vez ha hecho café para dos. Se llena una taza y va hacia el salón, sientiendo el dolor en los pies después de tantas horas de fiesta subida en 12 centímetros de tacón negro. Son casi las nueve de la mañana. Abre una de las ventanas del salón y se sienta en el alféizar. Sus ojos se cierran al sentir el Sol en la cara. Respira hondo. Predice un domingo meláncolico. Y lo predice bien. Otra vez, por culpa del café, ha vuelto a acordarse de él y el silencio de la casa se le ha antojado insoportable.
 

3 MESES ANTES...
"Se dirigió corriendo al baño, cerrando con pestillo la puerta a su espalda y dejándose caer, apoyada en esta, comenzó a llorar todo lo que debía de haber llorado hacía mucho.
-Siento haberte gritado, pérdoname, he perdido los nervios. Venga, va, Naila, abre la puerta.-Silencio-Sabes que te quiero y que no soportaría vivir sin ti. Lo sabes. Me he comportado como un gilipollas, lo sé, me dejé llevar por lo que decía la gente y casi te pierdo por eso, no sé en qué mierdas estaba pensando para que se me pasase por la cabeza que me habías puesto los cuernos, de verdad que lo siento.-De nuevo, silencio-¡JODER, NAILA, YA TE HE PEDIDO PERDÓN MIL VECES, NO SÉ QUÉ MÁS QUIERES QUE HAGA!
Se oyó el deslizar del pestillo y Naila salió del baño, mirando a los ojos a los que tantas veces había sonreído.
-Quiero que te vayas.
-¿QUÉ?
-Que te vayas. No podemos seguir así, Hugo.
Él agarró su chaqueta y con paso firme atravesó el pasillo y desapareció con un sonoro portazo."


Ese portazo era la última noticia que había tenido de él. Ni una sola llamada, ni un solo mensaje. No habían vuelto a quedar, no habían vuelto a verse. Ni siquiera un encuentro casual en un bar. Nada. Bebió un sorbo del café. La ciudad todavía dormía. Sentada en la ventana, ella se preguntaba si él la echaba de menos alguna vez. Ella no había vuelto a ser ella con ningún hombre a los que había besado tras la marcha de Hugo. Pensó que, besando muchos labios, olvidaría el sabor de los suyos. Pero, se equivocó. El sabor de los labios de Hugo todavía resbalaba por sus comisuras. Suspiró. Pensó si, quizás él hubiese estado a punto de llamarla y luego se hubiese arrepentido, como hizo ella muchas veces. Se preguntó por qué cojones había sido tan estúpida de dejar marchar aquello que más quería y por qué los humanos nos dedicamos a complicar cosas tan simples como el amor. "El amor solo necesita que dos personas se quieran y puedan estar juntas" pensó, "solo supone besar los labios que te besan, acariciar las manos que te acarician y querer a la persona que te quiere" Otro sorbo de café. Detuvo un momento sus pensamientos para contemplar el despertar de aquella ciudad. La vibración de su móvil la devolvió de su estado de abstracción. Un mensaje. Abrió la bandeja de entrada: "Naila, he pensado en esto mucho, muchísimo, hay gente que me ha dicho que no lo hiciese y gente que me ha aconsejado que sí y solo he conseguido una paja mental, así que, dejaeré que hablen mis sentimientos. Te odio. Te odio mucho. Odio cada discusión que hemos tenido, odio cada grito y cada portazo, especialmente el último. Odio cada noche en la que no dormimos juntos y en las que te oía llorar encerrada en el cuarto por mi culpa. Odio cada una de tus rabietas y el haber tenido que ir detrás muchas veces que tú no tenías razón solo para volver a estar bien. Pero te odio principalmente por una razón. Te odio porque no eres mía. Hugo."
Recuerdos salados comenzaron a resbalar por sus mejillas. Oyó el ruido de la puerta abrirse. Ella bajó la cabeza y la escondió entre sus piernas. Alguien avanzó por el salón sin hacer ruido y se situó detrás de ella. La rodeó con sus brazos y le alzó la cabeza.
-Te odio-le dijo.