Esa sensación de encontrarse desnuda, aunque en realidad estás vestida. Notar que faltan todos los puntos sobre las "íes". Que el valor de cada carcajada disminuye hasta no tener. Creer necesitar un mapa aunque sabes perfectamente dónde estás. Necesitar a alguien que te diga: "sigues recto, y en la segunda calle, giras a la derecha, ahí están mis besos, los encontrarás fácilmente, no tiene pérdida si sigues a tu corazón". Sentir que cada canción te marca a fuego su nombre. Querer ir donde todos los demás y encontrarte nadando a contracorriente. Rebuscar en los cajones, debajo del colchón, entre los cojines e incluso en el trastero las instrucciones de la vida, esas que no leíste y que ahora pagas tan caro, con más del 50% de intereses. Empujar de las puertas en las que pone "TIRAR", simplemente porque ya no puedes tirar, no tienes fuerzas y es más fácil dejar que tu cuerpo se convierta en un peso muerto y que empuje, dejando caer dicho peso sobre la puerta, y ver que esta no se abre. Pasar de estar rozando el cielo con las yemas de los dedos, a estar charlando con el mismo diablo, porque no te queda otra. Intentar aplicar con todas tus fuerzas el "querer es poder", y por mucho que quieres, tu situación no cambia, ni tú, ni tu circunstancia. Echar de menos lo que un día echaste de más. Es demasiado tarde para segundas oportunidades, o al menos a mí no se me brindan.
Y es que cuando se impone el corazón, poco puede hacer la razón.
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