miércoles, 8 de febrero de 2012

Tu me manques beaucouop.

Y llega ese día, esa persona. Hasta entonces tú tenías las cosas claras, ni una duda. Sabías perfectamente lo que ibas a hacer al minuto siguiente, incluso dentro de una semana. Conocías tus límites y tus debilidades, y también tus virtudes. Creías saber cuáles eran tus capacidades. Únicamente tú te planteabas tus propios retos, y no dejabas que nadie decidiese tus metas. No escuchabas cuando no te apetecía. Poseías tu amor propio herido, aunque sólo a veces. Creías que tú misma podías comerte el mundo en una sola noche, que lo habías visto en las películas. Soñabas con dejar huella en muchísimas personas, para que cuando tú no estés físicamente, sí que estés en sus recuerdos. Ansiabas con vivir al límite, con tener experiencias, no querías llevar la monotonía que todas las personas siguen cada día. Y de repente, sin saber cómo ni por dónde, aparece alguien que no esperabas. Gracias a él has descubierto que no hay decisiones, sólo acciones. Te ha enseñado que no hay límites, y que las debilidades realzan las virtudes. Sencillamente has aprendido que cada uno cuenta con las capacidades con las que decide contar. Te has dado cuenta de que no solo tú puedes abrirte puertas, y que las adversidades están para superarlas. Te enseñó la importancia de escuchar, por lo mucho que puedes aprender, o simplemente por hacer que otras personas se sientan bien. Te ha hecho sentir la chica con más suerte del mundo, y tu autoestima ahora te saca una cabeza. Has aprendido a diferenciar entre ficción y realidad, aunque a veces nuestra vida parezca a una película, ya sea romántica o de terror. Ahora ya sabes que lo importante no es la cantidad de personas en las que dejes tu huella, si no la forma en que la dejas. Ya no te importa tener una rutina, sobre todo si es la rutina de sus besos. Y después de todo esto, viene el adiós, "ha sido bonito, pero nada dura para siempre". Dos besos, uno en cada mejilla, antes de que suba al autobús. Las lágrimas se precipitan desde tus ojos. Es increíble que algo a lo que tú no quieres poner fin, tenga que tenerlo. Él se da cuenta de que estás llorando. Baja del autobús. Se acerca a ti, con el mismo paso de siempre, no corre, pero tampoco camina lento. Roza tus mejillas con las yemas de sus dedos, secándote las lágrimas. Están fríos, pero sigues queriendo el calor que en algún momento te dieron. Acaricia tu cara por última vez.
-No tienes que llorar.- Vuelve a esconder sus manos bajo las mangas de su chaqueta. Te dedica una sonrisa que no termina hasta que se sube al autobús.


"Tu me manques beaucoup"

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