Abrazos cuyo propósito se trasparentaba desde el principio, tanto por parte de quien los daba, como por parte de la que los recibía. No querer separarse para no afrontar la verdad, que estaban echándole una carrera al reloj, el tiempo se agotaba.
-Dame un beso, solo uno...
Ya no fue un beso en la mejilla. Y por fin la vida se decidió a presentarte el sabor que más te gustaría en toda tu vida: el sabor de su boca.
Mientras vuestras bocas intercambiaban sensaciones, sus manos se deslizaron hasta tu culo, y las tuyas subieron hasta su cuello.
Un abrazo tierno después de cada beso.
Otro beso, y él frena:
-Es que eres muy pequeña...
No podías pasar sin sus labios, así que, volviste a besarle, pero paraste:
-Y tú muy mayor...
Él quiso besar tus labios de nuevo, no sabes si para acallar tu comentario, o porque estaba sintiendo lo mismo que tú. Pero de nuevo, paró:
-¿Me estás llamando viejo?
Cada vez que sus labios se separaban de los tuyos, lo hacía también parte de ti. Decidiste recuperar esa parte, y volviste a besarlo:
-Sí...-sonreíste entre dientes antes de que él volviese a ocupar tus labios, precipitando así mil palabras al vacío...Paró de nuevo y volvió a hablarte:
-Entonces, ¿sabes que te estás enrollando con un viejo, no?
Impulsivamente, volviste a catar el sabor de sus labios, decidiste decir:
-Pero es porque yo quiero...
Intentó besarte de nuevo, pero una sonrisa pícara se apoderó de su expresión.
Cada vez quedaba menos para que vuestros caminos se separasen, y erais conscientes, pero os daba igual.
Decíais que cada beso era el último, y a ese último le seguía otro.
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