domingo, 12 de mayo de 2013

"Dolerá, pero no tanto como su ausencia."

-Nunca más.-se dijo. Colocó un cigarro en sus labios y lo encendió torpemente por culpa del viento.-Me lo juro.
Dirigió sus pasos hacia la parte alta de la ciudad. Sus pulmones iban tiñéndose de negro acompasadamente. Cuanto más se alejaba del centro, menos gente circulaba a su alrededor, y eso le gustaba. Llegó a donde sus pies le llevaban instintivamente cuando se acordaba de ella. Volvió a sentarse en el mismo banco de siempre y suspiró a la vez que arrojó la colilla al suelo, no se molestó en apagarla. -Ya que dejó de arder la pasión, que arda la nicotina.-Sacó su cuaderno lleno de letras que pretendían plasmar sentimientos que ni él mismo sabía definir. Un boli, un suspiro y manos a la obra.
"Eso de su dedo juguetón deslizándose sobre mi espalda desnuda. Eso de su sonrisa amagando besos que más tarde yo me cobraría. Su pelo que olía a deseo y a impaciencia. Sus piernas, que nacían de una perfecta cadera. Mis manos en su cintura y su cabeza en mi hombro."
Algo le hizo abandonar su prosa y levantar la cabeza del cuaderno. Era su olor. El olor del pelo de ella. Miró a la izquierda. A la derecha. Nadie. Volvió a sumergirse en sus letras.
"Mis manos en su cintura y su cabeza en mi hombro. Su culo...¡qué culo! Cuántas noches lo he echado de menos entre mis sábanas."
Oyó unos pasos que le eran familiares pero no se atrevió a girarse.-Joder tío, te hace tanta falta tenerla al lado que hasta imaginas que está aquí y ahora, va, concéntrate-se dijo.
"Cuántas noches lo he echado de menos entre mis sábanas. Cuánto me gustaría poder susurrarle al oído por última vez. Solo una vez más. Volver a sentir su dedo en mi espalda. Volver a oler su pelo. Recortar con mi mirada una vez más las curvas de sus piernas. Su culo entre mis sábanas por última vez. Solo una vez más."
Cerró su cuaderno. Lo tenía decidido. Sabía que era imposible no recordarla, por mucho que se lo jurase todas las noches. Iba a tatuársela en la piel para siempre, igual que en su corazón. Caminando con un paso que él creía firme pero que apenas parecía seguro, llegó a un modesto estudio de tatuajes.
-Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle?-una mujer morena y bajita le habló desde detrás del mostrador.
-Van a ayudarme y mucho, no saben cuánto. Van a ayudarme a recordar para siempre a la persona que fue mi vida y que, aunque nos separase aquel accidente de tráfico que provocó un jodido borracho, sigue siéndolo. Necesito tenerla conmigo. Necesito que los poros de mi piel transpiren las letras de su nombre, literalmente.
-Entiendo. Pase por aquí. Dolerá, pero no tanto como su ausencia. 

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