Había decidido salir de compras aquel día, hacía mucho que no se daba un capricho y quería renovar su fondo de invierno. Tomó en sus manos una bonita camisa negra de manga larga con transparencias. La acarició suavemente, le gustaba su tacto. Pronto, la canción que estaba sonando en aquella tienda dejó paso a otra que para ella no necesitaba presentación. Era una de estas canciones que te invitaba a bailar abrazados, muy lentamente, sintiendo cada compás que a ella se le grababan a fuego en el alma. Aquella canción la obligaba a recordar un capítulo de su vida que había terminado de escribir hacía ya más de un año y que había decidido nunca volverlo a leer. Pero, hay veces, situaciones, que, aunque no se quiera, acaban recordándote a un beso, a una mirada, un abrazo y, finalmente, a una persona. Dejó con cuidado la camisa en su sitio y salió de la tienda. Miró hacia la izquierda y, seguidamente, hacia la derecha: el centro comercial estaba abarrotado de gente que iba de aquí para allá, sin percatarse de que ella sangraba desamor. Se apartó, sentándose en el borde de una fuente que estaba situada en el centro de la planta calle de aquella galería comercial. Sacó su móvil del bolso y buscó entre sus conversaciones antiguas de WhatsApp: ahí estaba la suya. Comenzó a volver atrás en el tiempo y encontró su primera discusión. Y después otra. Y otra más. Solo se entendían en los besos, y, a la larga, eso pasa factura. Y la distancia...la distancia hizo mucho. Pero también hacía mucho de aquella historia y, una vez más, la doctora Música le había descosido la herida que tanto le costaba remendar. Notaba cómo los recuerdos fluían adueñándose de ella, resbalando por sus mejillas. Pero un día se prometió a sí misma que iba a ser fuerte, que se acabó el llorar por quien ni siquiera la recordaba, que no iba a ser más el cleenex de nadie y que, si ella agarraba uno, sería para secar lágrimas de felicidad, que si le iba a doler el estómago por alguna razón, sería de reír y no de nervios. Leyó un WhatsApp que acababan de enviarle. Volvió a mirar hacia los lados y rozó sus mejillas con las mangas de su chaqueta. Respiró hondo y salió a la puerta principal del centro comercial:
-¡Hola, amor! ¿Cómo van esas compras?-le saludó con un beso mientras el recuerdo que la canción que acababa de escuchar se desvanecía lenta y dolorosamente...
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