La pregunta le parece ridícula. Nunca se lo ha planteado. Escribir es algo que le sale solo, una necesidad del alma. No recuerda lo primero que escribió, pero sí que lleva haciéndolo desde niña. Escribe para olvidarse de lo que la rodea y para recordar lo que es en realidad. Escribe para perderse entre las letras y para encontrarse a sí misma. Una de sus amigas quiere ser fisioterapeuta, otra, profesora. Ella, sin embargo, escribe. No sabe qué será en un futuro, pero sabe que seguirá escribiendo. Escribe para molestar y para dejar por escrito aquello que no se atreve a gritar. Escribe para gustar y para que la odien. Escribe cuando está triste. Escribe cuando está feliz. Escribe. Escribe para dejar huella. Escribe por necesidad. No sabe por qué escribe. Escribe para sobrevivir. Escribe para enamorar. Escribe cuando está enamorada. Escribe para desahogarse. Escribe para crear. Escribe por escribir. Escribe para ser leída. Escribe íntimamente para ella sola. Escribe cuando llora y escribe para hacer llorar. Escribe para protestar. Escribe para ser feliz. La pregunta, en verdad, es ridícula:
-Y tú, ¿por qué respiras?