-¿Tienes miedo a la muerte?-para la sorpresa de él, ella terminó la pregunta con una sonrisa y, para añadir aquel toque de inocencia que tanto le hacía enloquecer, ella levantó los hombros esperando pacientemente una respuesta.
-Supongo que como todos los hombres, ¿no? Por todo eso de que esta vida es muy corta y algunos desesperanzados piensan que es la única y quizás por eso viven tan deprisa e incluso, para contradecirse, mueren jóvenes por sus ansias de vivir.
-¿Y no crees que aquellos que viven rápido se piensan inmortales? Quizás por esta razón gastan toda su salud en menos años de los que en realidad les correspondería. Quizá ellos no tienen miedo a la muerte y la muerte se venga de ellos por eso.-Siempre sabía cómo darle la vuelta a las situaciones.
Él sonrió y pensó en la idea que ella acababa de plantearle.
-Y tú, ¿tienes miedo a la muerte?-la voz de él sonó fría e igual por eso salió acompañada de vaho en la oscuridad de la noche.
Ella meditó lo que iba a decir, escuchando como un eco lejano el ritmo acompasado de sus tacones y los latidos del corazón de él, que iban a contratiempo, desde el día en que se conocieron. Quizás por eso hacían tan buena pareja.
-No.
-¿No?
-No. Quizás antes de ti sí que lo tenía, la verdad es que no lo recuerdo. Pero, si alguna vez lo tuve, tú lo curaste. ¿Sabes por qué? Porque el amarte, el saberme en tu corazón, me hace sentirme inmortal.
Él sonrió. Joder, cómo la amaba...
-Pues yo sí que lo tengo. El pensar que es la única vida que podemos compartir me consume por dentro...
Ella se colocó justo delante de él, frenando su paso. El rostro de él era una mezcla entre seriedad, preocupación y nostalgia.
-Me valdría compartir una vida de cinco segundos mientras sea contigo.-Ella, tras pronunciar en un susurro aquella declaración de amor, se acercó muy lentamente a sus labios, como si no tuviesen prisa, como si fuesen inmortales.
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