Sol, viento. Unas vías de tren algo lejos de aquí. Yo sola, conmigo y mi vestido negro, aquel que me regaló mi padre hace un año y que tanto me gusta. Me descalzo, quiero sentir más los alrededores. Dejo los zapatos en el arcén y comienzo a pisar sobre las piedras, no me dañan, es una sensación extraña, pero no es desagradable.
Camino sobre los raíles por los que un día una locomotora de vapor pasó y ya no pasa, o quién sabe, a lo mejor siguen en uso. Están calientes, pero no es por algún roce con las ruedas de un antiguo tren, es por el Sol. De esa misma forma en la que el Sol ha calentado los carriles por los que ando, tú calientas mis sentimientos, de repente...vuelvo a estar fría. No te tengo a mi lado. ¿De qué me vale ya pensar en ti? Supongo que necesito alimentarme de algo, y tú eres mi plato favorito, digno de un restaurante de cinco tenedores, o quizá aún más digno.
Sólo me quedan tus recuerdos, un vestido negro y unos zapatos que esperan en el arcén...Igual que yo espero tu llegada.
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