sábado, 7 de marzo de 2015

Por si aún no te has enterado, esto no va de mirar.

Miranda vivía esperando algo.
No. Miranda no vivía esperando algo.
Miranda vivía esperando a alguien. Sí, eso es.
A alguien que acabase con todo el sufrimiento que cualquier otro alguien le había causado. A alguien que la abrazase y le dijese "Tranquila. He tardado, pero no pienso irme jamás." y que la besase dulcemente, cosiendo sus heridas para no volverlas a abrir nunca.
A alguien que no repitiese la misma historia de siempre. Miranda se había cansado del mismo guión. Miranda se había cansado de perder, incluso luchando sola. Y hasta el final.
Miranda vivía esperando a alguien que consiguiese hacerla sonreír cuando llorando, sorbiese por la nariz todas sus penas. A alguien que, después de calmarla, no la arrojase de nuevo a su desazón.
Miranda esperaba a alguien que le acariciase el pelo hasta quedarse dormida y, una vez en brazos de Morfeo, le diese un delicado beso, apenas perceptible y se sintiese afortunado al contemplarla.
A alguien que tuviese los cojones suficientes para quererla. Porque querer a Miranda no era fácil, pero merecía la pena.
Miranda esperaba a alguien que valorase los pequeños detalles que la hacían grande. Porque Miranda no era gran cosa, pero cuando se entregaba a alguien valía más que el amor de cualquier drama americano.
Miranda vivía esperando a alguien capaz de dar la vuelta al mundo solo para abrazarla por detrás. A alguien que nadase desiertos y corriese mares para frotar aquella mejilla calada de pequeños trocitos de afilado cristal y para limpiar aquel nudo de su garganta.
A alguien en cuyos ojos pudiese verse reflejada, incluso cuando ese alguien no la estuviese mirando.
Miranda esperaba a alguien que la apoyase en lo suyo, que todavía no sabía qué era. Pero daba igual.
A alguien a quien poder prestar ayuda. A quien poder prestar su vida.
Miranda vivía esperando a alguien que le hiciese el amor por las noches y amanecer con el Sol y sus caricias en la espalda.
A alguien con quien pasar un fin de semana en el sofá y no echar de menos nada.
A alguien lo suficientemente valiente como para querer alojarse en el caos de su cabeza y hacerlo a gusto.
Miranda vivía esperando a alguien que la sorprendiese y ser ella, por una vez, la sorprendida.

Miranda vivía esperando.


Y la vida no espera a nadie.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario