¿Tengo que volver a respirar? ¿En serio? ¡Qué cansado es esto! No me gusta, demasiado repetitivo.-Hago una pausa para saciar esta estúpida necesidad biológica.-A veces pienso que los seres humanos estamos mal hechos, como con taras. Bueno, no lo pienso, lo creo. Esta absurda dependencia que tenemos de todo lo que está más allá de nuestra piel consigue perturbarme. No gozamos de autonomía, no seáis utópicos. Probad a no alimentaros, dejad que vuestro estómago aulle hasta devoraros por dentro. Probad a no colmar la sed hasta agrietaros tanto que se os vean los defectos, las malas intenciones y todas esas cosas que nunca os habéis atrevido a decir. Probad a no cubriros ante el frío y comprended por qué Vodka significa agua de vida. Probad a no protegeros del Sol y sentid cómo vuestra piel llora todas vuestras miserias. Probad a no enamoraros. ¡Qué estupidez!-Intento reír.-Lo acabaréis haciendo, no os queda elección. Creo que es la necesidad externa más jodida de todas: cuando tu piel decide que le gusta el roce de aquella otra piel y entonces el hambre, la sed, el frío y el calor son solo amagos de historias de terror que contarías alrededor de una hoguera una noche cualquiera, sujetando una linterna bajo tu barbilla. Esa puta ternura que te nace de vete tú a saber dónde y que tan ridícula se me presenta a veces. Ese quiero más que nunca vas a llegar a saciar. Porque casi seguro que va a faltar algo. No lo escoges. No lo escoges como decides no comerte este postre porque engorda o no tomarte aquella copa porque después vas a conducir. Igual que no escoges respirar.-Agotada, me coloco en la nariz el respirador que hace un rato he retirado y vuelvo a esa cama que tanto odio; porque no es la mía (ni la tuya). Hoy ya he tenido bastante. Oigo cómo las celadoras arrastran el carrito y llaman a las puertas: es la hora de la cena.
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