-No puedo besarte.-bajó la cabeza hasta colocarla sobre su pecho, refugiados en aquel portal.
-¿No quieres?
-Sí, sí quiero, ese es el problema.
-No te entiendo.
-Yo soy muy de quedarme pillada y sé que voy a echarte de menos.
-Tranquila. Mañana todavía no importa, piensa en ahora.-él levantó suavemente la cabeza de ella y abrazándola se besaron con ganas de tenerse así para siempre.
Se habían estado besando durante todo el día, no con los labios, pero sí con la mirada, los pequeños roces y las caricias que arrancaban sonrisas que también besaban.
A penas se conocían, pero sus pieles estaban a punto de soldarse.
Sonrisas contra el filo de sus labios, besos que gritaban en silencio que aquello no acabase nunca, y el desliz de esa mano que recorre la espalda de ella hacia abajo pero que no vuelve.
Después, unos pasos hacia el portal que hizo que todo aquello parara.
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